jueves, 7 de septiembre de 2017

¿PARA QUÉ INTERVENIR EN EL JUEGO DE L@S NIÑ@S? ESTAR PARA SER por Mon Gómez

¿Para qué intervenir en el juego de l@s niñ@s?
ESTAR PARA SER. EDUCACIÓN RESPETUOSA.  Por Mon Gómez

Este artículo está escrito a petición de Patri. Para ti y tu familia y otras familias a las que sirva. 

Producir y hacer son lugares de éxito y valor en muchos grupos humanos hoy. Hay una inquietud vital que se traduce en un reclamo de vivir en el sosiego, lucidez y simpleza. Estar, quedarse, permanecer en un estado de concentración relajada empieza a convertirse en una necesidad.
Las personas se sienten solas, no hemos aprendido a acompañarnos y que nos acompañen y nos charlamos demasiado a nosotros mismos.
El silencio de acompañarnos estando para nosotros, es el mismo de acompañar a nuestros hijos estando para ellos, para que puedan ser y en un futuro sepan acompañarse estando para sí mismos.

Y ese silencio ayuda a gestar en nosotros el respeto por sus juegos, sus ritmos de aprendizaje, por su movimiento autónomo y sus intereses genuinos.
Si los irrespetamos e imponemos nuestra manera de jugar, con la mejor de las intenciones, y transformamos sus juegos, o los movemos hacia lo que a nosotros nos interesa con frecuencia, o no respetamos sus ritmos de aprendizaje o descubrimiento y les adelantamos respuestas o capacidades, entonces aprenden que lo suyo no, que mejor lo de papá y mamá. Y lo suyo, ante todo, sí. Lo suyo, lo que traen, sí. Si lo suyo no, entonces aprenden a desconectarse de quien son genuinamente y pierden el sentido real de sus vidas. Así que este artículo protege que lo suyo sí.

Retomar el estar implica madurar la escucha y para escuchar es necesario silencio, calma, tiempo y confiar. Para escucharnos a nosotros mismos y escuchar a nuestros hijos y sus genuinas necesidades y respetarlas, y amarlos por lo que verdaderamente son.

Realizamos como padres algunas acciones automáticamente sin plantearnos las consecuencias que pueden tener en el desarrollo pleno de los niños y niñas,  y es interesante ver esas consecuencias para poder decidir libremente si queremos o no seguir haciéndolo así.

Algunas de esas acciones están vinculadas a intervenir en el juego, intereses, movimiento y ritmo de descubrimiento natural de los niños y niñas y yo me pregunto para qué lo hacemos como padres, porque tiene su sentido y aparentemente es un sentido desde la bondad:

  •   ¿Para qué intervenir en el juego de los niños?
  •  ¿Para qué hacerles preguntas sobre a lo que a nosotros nos interesa?
  •  ¿Para qué moverlos, columpiarlos, alzarlos a donde no llegan o negarles el tiempo y la confianza para que bajen ellos por si mismos?
  • ¿Para qué corregir y criticar?

Cuando he hecho  estas preguntas a padres y madres que siguen una educación tradicional o nos las preguntamos en el grupo de La Puerta Azul o en familia, cuando alguno de nosotros se observa en estas maneras de estar con los peques, las respuestas son variadas pero su esencia podría resumirse en las siguientes motivaciones:
  1.   para mostrarles interés y amor,
  2.   para que aprendan cosas importantes,
  3.   para ayudarles,
  4.  para ahorrarles frustraciones y que no se equivoquen.

 En este artículo voy a ir desgranando cada uno de estos motivos  para que podamos reflexionar sí  y, en tal caso, cómo podemos enfocar desde otro lugar esos motores de relación con los hijos/as .

     1. El primer motivo que se argumenta para defender el intervencionismo es “Mostrar interés y amor”

“ ¿Cuándo te has sentido verdaderamente amado/a por alguien? “, es una pregunta que suelo hacer a los padres y madres que atiendo. Y las respuestas suelen ser:
  •  Yo me siento amada cuando alguien comparte conmigo algo que me interesa mucho,
  •  Cuando ve cómo soy y así me quiere,
  •  Cuando me acepta sin condiciones, le cuente hasta el más íntimo secreto, sin juicio.
  •  Me siento amada ahora que estás concentrada en mí y no hay nada más importante.

Decía Maturana que amar es “aceptar al legítimo otro” y puntualiza Mauricio Wild que amar es “aceptar el absurdo del otro”.

La lógica de los niños nos es ajena, inadivinable, pues sus asociaciones cognitivas son casuales en la etapa 0-6. Los niños están en un mundo regido por lo sensorial, el movimiento y los afectos, lo cognitivo no está madurando apenas. Así que sus juegos son particulares, y su manera de aprender el mundo otra que la nuestra adulta. El instrumento y acción de que dota la naturaleza al niño para aprender es el juego. Y entendiendo que son ellos los que conocen qué necesitan ( ver mi artículo “Criar en libertad” ).

Es el juego algo muy serio y necesario de ser mirado, acompañado sin interferir, desde ahí se irá produciendo su confianza en quiénes van siendo, en cómo van percibiendo, en cómo van sintiendo, una confianza de raíz. Sobre todo los juegos simbólicos y creativos de los niños en sus primeros años.

En los acompañamientos de La Puerta Azul estamos en no intervenir en el juego del niño. Para algunos papás es una experiencia diferente a lo cotidiano y así surgen ajustes. Tampoco es algo que radicalmente defendamos sin fisuras, pues acompañar jugando genuinamente, cuando de verdad nos apetece y somos capaces de entrar desde nuestro niño, es verdaderamente nutritivo… mas es bastante difícil que así sea y depende de tipo de juego que se genere es posible o no entrar sin interferir, así que de momento hemos decidido durante los tiempos de acompañamiento no jugar con ellos al menos en aquellos juegos simbólicos y creativos en que inventan el mundo a su manera. Y esto es lo que va pasando…

Sonia con su hija Cintia. “ Hoy no he intervenido en su juego, me he quedado mirando, le he dicho que yo quería mirar cada vez que me planteaba jugar con ella y no le ha molestado. Su juego no ha sido tan disperso. Iba de una actividad a otra y podía enlazar el sentido que para ella tenía. Cuando juego con ella, interrumpo su actividad natural y no sucede esto, se dispersa”
Jugamos con los peques para mostrarles nuestro amor y atención en la mayoría de las ocasiones. Para los niños el juego es su canal de desarrollo por excelencia. Es algo absolutamente vital. Y la relación en el juego niño- adulto es asimétrica por varias razones:
  •     los adultos tratamos de dirigir, en muchas ocasiones acabamos creando el juego a nuestra manera;
  •      los adultos  somos más altos y somos, queramos o no, la autoridad;
  •  los adultos no solemos jugar genuinamente con ellos, el juego no es vital para nosotros.

No nos es posible saber qué se está desarrollando, creando, explorando en la cabeza de un peque y nuestra lógica adulta interfiere con ello una y otra vez, impidiendo que se cierren ciclos de experiencia autónomos, libre decisión que es la que crea nuevas conexiones neuronales y favorece el desarrollo y maduración del niño/a.

Según Maturana la vida se da dentro de una membrana semipermeable protectora, pero el desarrollo y maduración vital es interior, es un proceso que atañe al organismo vivo que en contacto con su medio va buscando de él aquello que va necesitando para satisfacer necesidades auténticas. Es un proceso autónomo y solo el propio ser humano sabe cuál es su necesidad en su interacción con el mundo que le rodea si está verdaderamente respetado y conectado.

    2. El segundo motivo que se argumenta para defender el intervencionismo es “Que aprendan cosas importantes”

El proceso de desescolarización de nosotros, padres acompañantes, es mucho más que no ir a la escuela, atiende al entendimiento de que juego y vida y trabajo y aprendizaje van unidos, vinculados y pueden ser uno en muchas ocasiones, también a que no hay un currículo establecido más interesante que otro, sino que la vida está llena de posibles aprendizajes y cada niño y adulto nos creamos nuestra singular carretera de aprendizaje, nos creamos nuestro propio viaje mediante el que vamos conectando intereses guiados por nuestra emoción y pasión. Los tiempos, edades, temas, no vienen prediseñados, tenemos la libertad de diseñarlos nosotros desde lo que nos es más propio y genuino.

 Raquel juega en la mesa de agua. Tiene tres años. Su papá la acompaña sentado en una mesa cerca. Ella descubre un tesoro. Está fascinada por el tamaño, la humedad, el color, y cada característica de este tesoro. Es una pequeña hojita de olivo que ha caído al agua. Se la lleva en la yemita de su dedo a su papá. Raquel tiene tres años, su percepción del mundo es sensorial, no entiende de razonamientos ni conceptos, sus sentidos son su brújula.
Y el papá, con toda la buena intención, quiere mostrarle interés y le dice “ ¿qué es esto, Raquel?” (es una pregunta ciertamente vacía, pues la simpleza de lo que es hace pensar que la niña conoce su nombre, así que la pregunta sorprende a la niña que se queda en silencio y desvía su centro  de interés).  A la hija no le interesa lo que es, no entiende, se queda mirando y él, entonces, para ayudar, le dice: “ es una hoja, ¿verdad?”  Raquel finalmente accede a complacer a su papá en el interés que le muestra por su nombre y le contesta “sí” pero ha desviado su atención de lo que a ella le interesaba verdaderamente. No se ha sentido sentida y ha habido interrupción de su proceso de experiencia y su constatación de amor/ atención.

Solo una observación y presencia amorosa atenta, sin palabra, o una descripción serían más próximas al sentir que puede tener Raquel. Y eso sí la habría hecho sentirse comprendida en la fascinación del tamaño, textura y color de la hojita de olivo.

 Lo cognitivo en la escala de los aprendizajes humanos está supervalorado por encima de lo emocional, motriz y espiritual así que esto, desde bien niños, lo reciben nuestros peques, incluso en entornos libres, cuando se dan apreciaciones o comentarios que desvían la atención hacia ello. Y en seguida los niños se adaptan: “si para que me quieran es interesante saber nombres, conceptos, etc., lo haré, antes de que de manera natural me surjan.”

  3. El tercer motivo que se argumenta para defender el intervencionismo es , “para ayudarles”

Roberto tiene 5 años y le pide a Gemma que le pinte la cara de tigre. Ella, solícita, lo hace, a su manera. Y Roberto no tenía en mente ese dibujo que se encontró en el espejo y se enfada. Para él es más difícil bregar con esta situación que con la posibilidad de hacerlo él mismo y aceptar o frustrase por lo que consigue. Porque el juego está en su mente.
En realidad a Gemma tal vez ni le apetecía tanto pintar la cara pero no sabía cómo decir que no sin que molestase al niño, porque no está integrada la bondad de la autonomía y el derecho al autorrespeto, por ende.
Y cuando Roberto se frustró, entonces ella le sugirió todo lo que podía hacer: “borrarse la cara, pintársela de nuevo…” se lo decía muy rápido, a un ritmo que el niño, absorto en su emoción, no podía contemplar. Cuando le dio espacio y lo dejó, manteniéndose suficientemente cerca para que él percibiese que estaba allí, él mismo decidió borrarse la cara, sin que nadie le apuntara cómo hacer.

Un organismo no puede desarrollar al otro. Es un mecanismo de autoconstrucción el que  nos permite ser y para ser de pequeños necesitamos a alguien a nuestro lado que esté presente, disponible y responsable, que no esté tan ocupado en ser lo que no fue, en mostrar, como en estar a nuestro lado acompañando en presencia y con amor y respeto nuestro proceso como peques.

.   4. Otro motivo posible para defender el intervencionismo sería “Que no se equivoquen. Corregirlos.”

Esto a mí personalmente me ha costado mucho en la vida aprenderlo. No tanto hacia mis hijos sino hacia mí misma y otros adultos. Aún estoy en ello. Hay una dificultad para asumir el fracaso como parte nutritiva e inevitable de la vida, y un querer colocar un salvavidas que evite la frustración o caminos más largos. Qué soberbio no rendirnos a la vida y entender que nada malo ni bueno tiene acertar o no acertar, que qué es acertar realmente, si no sabemos las vueltas que puede dar el juego…

Mónica está con su hijo Álvaro de dos años. Álvaro tiene unos lápices en una caja. Los tira y quiere meterlos por un orificio que no es “el correcto” . Mónica se  los quita, los trata de colocar mostrándole la manera. El niño la mira, coge la caja y la tira hacia atrás. ¿Han hecho lo mismo el uno con el otro? ¿Se han tirado el juego por la borda?

¿Cuál es, pues, la manera correcta? Cualquier científico, investigador, descubridor, piensa divergente, no entiende que hay una única lógica correcta, sino que su particularidad, como el niño, le lleva a descubrir lo nuevo del mundo. Igual que al niño. Confiar en su lógica y en su proceso le llevará a que confíe el mismo, disfrute del placer de descubrir autónomamente y se sorprenda por el mundo que le rodea sin que le roben ese placer los adultos, ese descubrimiento y sorpresa.



Y, pues, 
¿Qué necesita un niño?
  • Amor, presencia, interés por lo suyo, responsabilidad en la relación, cuidado, respeto por quién es y cómo hace ( ritmos, emociones, pensamientos, etc). Y que sus padres se amen a sí mismos como padres, se ofrezcan autopresencia y entre ellos, responsabilidad en su relación con el otro y entre ellos, respeto por qué tipo de padres y madres son y sus ritmos, emociones y pensamientos.
  • Que lo acepten como es y que lo acompañen en su proceso de seguir siendo. Y que sus padres se acepten como son y que se autoacompañen en su proceso de seguir siendo.
  • Un ambiente rico que le nutra de experiencias y le dé tiempo para digerirlas: contacto y retirada automodulados. Que sus padres tengan también un ambiente de apoyo entre adultos y con otras familias que nos nutra de experiencias y condiciones adecuadas para irnos colocando en nuestro mejor ser y tiempo para ir digiriendo y colocando cada nuevo lugar aprendido.


Mon Gómez

En La Puerta Azul hemos creado un ambiente preparado para que las familias puedan acompañar desde el respeto y la libertad y puedan entrenar esa parte de sí mismas para llevársela a casa después, y seguir en sus casas acompañando desde la libertad. Con la intención no es suficiente en ocasiones y es útil el apoyo del grupo, el ambiente relajado donde el proceso es lo que reina, el estar, para vivir con mayor calidad la relación y el vínculo filial.


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sábado, 2 de septiembre de 2017

UNA VOZ QUE GUÍA TUS PASOS por Mon Gómez

No se acaba quién eres ni en el sentir ni el pensar.
Contactar con lo que sentimos y ordenar lo que pensamos es necesario y un paso.
Sentir es un producto de la mente.
Y hay más allá de sentir y pensar una voz que guía tus pasos.
Hay quien piensa y se olvida de su pasión, su entusiasmo, inocencia...su parte niña. En algunos momentos cada cual actuamos así.
Hay quien siente y no pone en acción su capacidad de planificar, conectar ideas...y desprecia en esto a su parte intelectual adulta. En algunos momentos este es nuestro comportamiento.
Nuestra niña y nuestra adulta están deseando escuchar a esa voz que las guía, profunda, sencilla, más allá de la mente, y ser escuchadas en sus rabias, dolores, anhelos, deseos, para ir creciendo verdaderamente y enfocarse en el amor que les es propio.
No como un ropaje, sino desde la desnudez.
Al acompañar a los otr@s, sobre todo los más pequeños, nuestra parte emocional reclama lo que no tuvo y entra en conflicto de intereses con nuestros hijos.
No sabe de que ha pasado el tiempo y ya nadie, más que ella misma, le dará lo que está lícitamente queriendo.
Nuestra parte intelectual que se abre a la lucidez a veces pierde protagonismo o entra en disensión con las ideas heredadas de nuestros padres y se confunde.
Ver este proceso con lucidez, poder expresar lo que se quedó sin decir en ambientes seguros para poder liberar esa energía y aumentar nuestra comprensión de nosotras mismas, nos va colocando en el lugar del amor por mí, por mis hijos, por mi pareja, por los que me rodean...
El amor como centro vertebrador del ser y estar. Como satisfacción legítima, que me es propia.
Mon Gómez



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