Los “malos padres”
"Voy a esperar a estar preparada emocionalmente, tener suficiente información, materiales,
contrastar con otros, leer muchos libros y sanarme la infancia, para decidir acompañar a
mis hijos sin autoritarismo ni manipulaciones
y ponerme en vínculo con ellos". Bueno, esto es
tan loco como estos propósitos eternos del año nuevo de que en algún momento
llegará un día más propicio para empezar una dieta milagro e ir al gimnasio todos los días hasta que mi cuerpo sea como a los 20. Pienso que estas metas tan altas y rápidas atienden, sencillamente, a una resistencia interna
al cambio y también a que, en ocasiones, nos ponemos en contacto con estados en
los que no confiamos cómo manejar. Y entonces o nunca es el momento y procastinamos, o empezamos aspirando a ideales inalcanzables en poco tiempo y nos sentimos mal por no llegar a ellos. Dos buenas maneras de sabotearnos.
Al
recorrer un camino nuevo , las garantías del pasado las dejamos atrás y
confiamos: no sé lo que me voy a encontrar y voy enfocando. Enfoco hacia donde
necesito y quiero, para ser la madre que quiero ser, la persona que he venido a
ser, para que mis hijos puedan ser ellos mismos, y se dé fluidamente, aquello que han venido a
hacer, sentir, pensar y compartir en este mundo. Y me amo tal como soy que es
la mejor manera en que puedo ser en este momento de mi vida. Puedo acompañarme
desde el amor, desde hoy. Si entro en juicios, críticas, comparaciones o me
devalúo como madre entonces creo un modelo negativo para mi hijo, y me hago
mucho daño. Uno de los más importantes canales de aprendizaje de los niños/as
es el imitativo. Soy la mejor madre que puedo ser ahora mismo. Y estoy
enfocando para ampliar mi mirada y poder seguir creciendo.
Rebeca y Mauricio Wild, fundadores de la escuela
Pestalozzi, pionera en la educación
activa en el mundo, me contaban que ellos empezaron a enfocar de una manera
diferente aceptando sus flaquezas y las de los adultos que los rodeaban, iniciaron el proyecto porque se pensaban “malos padres”, sabían que tal como lo hacían no
ayudaba y había que empezar en algún momento. No podían esperar a “ estar
preparados” porque esa preparación era inherente a la experiencia de maternar
amorosamente, de aprehender la libertad y el respeto a través y con los
hijos/as. Y no hay “método” posible más que el aprender viviendo.
Cuando iniciamos un camino de educación respetuosa empezamos
a ver con más claridad toda esta violencia hacia la infancia y, tal vez, al tomar
conciencia, devenimos en caer en la cuenta de lo “malos padres que somos” y de “
lo perdidos que andamos en ocasiones”.
Si sirve para darse cuenta de lo que queremos cambiar, bienvenido sea
este momento, si nos instala en la culpa, el miedo, la vergüenza, la exigencia
o nos bloquea; eso nos hará daño y se lo trasladaremos a nuestros hijos/as y
les hará daño a ellos.
Observar esa culpa, miedo, exigencia, inacción y vergüenza
es una oportunidad para acompañarlas en nosotros desde el amor y el respeto,
desde la libertad y los límites, y en
sus manifestaciones en nuestros hijos. Pues
ellos, en un proceso de ósmosis, las aprenden también de nosotros.
Alice Miller nos descubre a lo largo de su bibliografía cómo
en la educación a los niños hay un patrón de violencia que está tan arraigado
que apenas lo reconocemos como tal:
Y si hemos vivido este patrón de pequeños, tenemos tendencia a seguir haciéndonoslo internamente a nosotros mismos y también a hacérselo a nuestros hijos/as. Y, de momento, no conozco a nadie que no lo haya vivido en menor o mayor medida. Y duele verlo y podemos acompañar ese dolor con cariño para a través del amor llegar a otras realidades personales y relacionales.
- desde tocar a los niños con violencia explícita o contenida,
- hasta el grito o la amenaza,
- el desprecio de un contacto físico,
- o la manipulación y negación de lo que verdaderamente sienten, quieren o piensan.
Y si hemos vivido este patrón de pequeños, tenemos tendencia a seguir haciéndonoslo internamente a nosotros mismos y también a hacérselo a nuestros hijos/as. Y, de momento, no conozco a nadie que no lo haya vivido en menor o mayor medida. Y duele verlo y podemos acompañar ese dolor con cariño para a través del amor llegar a otras realidades personales y relacionales.
Poder mirarnos necesita de nuestro amor y compasión. Cuando
se abre la mirada es difícil la marcha atrás, el dejar de ver el legado de
falta de amor que heredamos generación tras generación, incluso con las mejores
intenciones. Así que este miedo, esta culpa, esta vergüenza, y exigencia
necesita de nuestro más profundo amor y compasión, de sabernos merecedoras de
ser unas hermosas madres más allá de nuestras debilidades y fortalezas, de que
nuestras debilidades son el camino hacia el amor y de que acompañándonos así
podremos hacerlo también con nuestros hijos/as.
Si los tratamos con confianza, ellos van a tratarse con
confianza, y también a los demás, podrán usar la confianza en su vida para
satisfacer sus necesidades y trasladarla a la siguiente generación
orgánicamente. Y como padres, si la
confianza ha estado ausente en nuestra educación, podemos hacer un trabajo desde la toma de
conciencia, habitar otras maneras de estar y acompañar, rompiendo el eslabón de
la cadena generacional que nos ha tocado vivir, y siendo conscientes de que generación tras generación será más orgánico
lo que se logre transmitir sobre la libertad, el amor y el respeto a los hijos.
Deshacer la cadena en nuestro acompañamiento a los hijos/as
pasa por mucho calor interno, por gran amor y respeto hacia nosotros mismos,
por la aceptación de quienes somos hoy y lo que no somos, por ir pasito a paso
y por ponernos también nuestros límites sobre qué nos vamos a jugar o no con nuestros hijos/as y a ver
qué pasa con esto. El resto, la crítica hacia
nosotras mismas, la negación emocional, etc., fortalecerá el hierro. Es el
fuego del amor el que lo irá deshaciendo.
En La Puerta Azul, el trabajo de adultos en un proceso
continuo y los tiempos de acompañamiento conscientes con el calor del grupo y
la intención y atención clara de satisfacer necesidades de los niños y niñas,
nos ayuda a crear un espacio relajado en nuestro interior de presencia con
nuestros hijos e hijas y de mirada atenta y amorosa. Entrenamos esta parte de
nosotros y nosotras mismas y cuantas más veces y con más conciencia pasamos por
ahí más se va fortaleciendo en nosotras.
Mas algún día podemos decidirnos a empezar, y ese día puede ser ahora,
así, tal cual somos, desde quienes somos, desde la aceptación y el enfoque,
porque no hay más momento que el presente y no hay más oportunidad que esta.
Y si no nombramos lo que hoy somos y lo que hoy hay, con su dosis de violencia y descontento; mientras sea un secreto y lo callemos, entonces, será difícil aceptar nuestra realidad y transitarla.
“ Pues sí, voy hacia allí, y soy esto hoy, hoy estoy aquí y lo acepto y me amo así”. Con la confianza de que si ese amor es fuerte, real, nos permitirá acompañarnos con lucidez y devendrá en lo mejor de nosotros. El resto, como en las imaginarias dietas y el gimnasio, es pura fantasía.
Y si no nombramos lo que hoy somos y lo que hoy hay, con su dosis de violencia y descontento; mientras sea un secreto y lo callemos, entonces, será difícil aceptar nuestra realidad y transitarla.
“ Pues sí, voy hacia allí, y soy esto hoy, hoy estoy aquí y lo acepto y me amo así”. Con la confianza de que si ese amor es fuerte, real, nos permitirá acompañarnos con lucidez y devendrá en lo mejor de nosotros. El resto, como en las imaginarias dietas y el gimnasio, es pura fantasía.
Mon Gómez.
Teléfono: 682828378 Correo: lapuertaazul@hotmail.com
Acompañamiento a los hijos/as en ambiente preparado
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