El amor incondicional a los hij@s por Mon Gómez
Es tan de sentido común nuestra necesidad de dar y amar a
los hijos. Es tan de fondo, en cualquiera que sea la situación, nuestro amor
por ellos. Incluso cuando nos enfadamos sin motivo o los dañamos con nuestra
puerilidad. De fondo, si quitásemos la nata del miedo, de lo aprendido, del
susto, del no saber cómo hacer, está el profundo amor que les profesamos.
El amor asegura la supervivencia al bebé y al niño mientras
es dependiente de sus padres. El amor le hace sentirse seguro y confiado para
poder desarrollar sus talentos, habilidades y dones y pasar a ese segundo nivel que es el del desarrollo,
tras la garantía de la supervivencia.
Mientras el niño o la niña están en tiempos en que carecen
de amor o no lo llegan a percibir plenamente están en “modo supervivencia”,
luchando denodadamente por conseguirlo. Es el amor su alimento básico para
crecer como personas.
Nuestros hijos, al igual que nosotros hicimos:
- ·
pueden probar a ser, estar, comportarse, de
distintas maneras, que no casen con la suya genuina, hasta que acierten
mínimamente con lo que deseamos o esperamos (ver artículo: "Condicionamientos,expectativas,juicios y refuerzos") por conquistar nuestro amor y atención,
- ·
pueden traicionar lo que piensan, sienten o
quieren, para probar si así son merecedores de nuestro amor, aquejados de esta enfermedad social de amor
condicionado,
- · pueden "llamar la atención” (siendo fieles a su
necesidad de ser atendidos para vivir),necesidad real y legítima, haciendo lo
que sea necesario: enfadarse, gritar, pelear con otros, y así captar la atención
y mirada, sustitutos de amor.
La indiferencia es el peor castigo a un niño/a.
Mientras está en “modo supervivencia”, aquejado de no sentir
el amor de sus padres, no hay desarrollo
de la inteligencia, está en alerta máxima. Así que, cuando es amado incondicionalmente,
es el amor el que coopera con la inteligencia. A niños más amados, niños más
inteligentes:
“El
vínculo es, ante todo, un proceso psicofisiológico.(…)La estimulación de
estos procesos sensoriales tienen lugar a través de la proximidad y el contacto
corporal íntimo entre madre e hijo”
Caplan, Mariana. Tocar es vivir
“Esta cuestión va
mucho más allá de los sentimientos y tiene que ver con la inteligencia, es
decir, con la capacidad del cerebro para procesar la información sensorial ,
organizar las respuestas musculares e interactuar con el entorno.” Pearce, Joseph
Chilton. Magical Child
Amar, abrazar, amamantar, acariciar, acostarnos junto a
ellos, compartir. Cuando esto no está explícito o hay otras cuestiones muy
secundarias que nos embargan y lo nublan:
- ·
emociones atascadas, círculos no cerrados,
- ·
dificultad con mi autoridad,
- ·
pensamientos de base disfuncionales,
- ·
dificultad con el placer y el juego,
- ·
vida no coherente, estresada,
- ·
estar demasiado pendientes de la opinión ajena, etc.
El resultado final es casi siempre el mismo: nos sentimos
mal, en disonancia. No estamos en consonancia con lo que la naturaleza nos ha
dotado: dar amor y gratitud. Y nuestra vida se vuelve media vida y a medias con
los que más amamos.
Jugando a no amar, con las manos atadas por nosotras mismas-
cito a mi amiga Elisa-, sin saberlo.
.
Pudiese parecer que el enfoque de nuestras necesidades más
básicas como seres humanos fuese recibir amor y gratitud, mas si lo observamos
con detenimiento es dar y ofrecer amor y gratitud para lo que estamos
preparados en el momento en que empezamos nuestro maternaje.
Nos atamos las manos a nosotras mismas para que el corazón
no ofrezca a través de ellas. ¿Para qué? ¿Qué sucede con esto?
A veces el miedo, a veces la dificultad y el dolor de dar lo
que no hemos obtenido y seguimos reclamando, a veces la siega que hemos hecho
de una parte de nosotr@s mism@s en nuestro proceso educativo, nos atan, nos
hacen vivir a medias.
Si hemos vivido experiencias de niños de acercarnos a
nuestros padres o madres y estos no estaban disponibles, o nos han dado
excusas, nos han entretenido, para no recibir ese amor y gratitud que
deseábamos dar y recibir como niños, como necesidad básica infantil, habremos
aprendido a dejar de hacerlo. Y hemos grabado a un nivel profundo el temor a
que nos rechacen, eviten, invaliden, no nos reciban y similares.
Pasito a paso, se puede ir ampliando el registro de
contacto, de ofrecer amor por la libertad y alegría de hacerlo, sin más, y
disfrutar con dar mucho más allá del resultado.
Dado que el amor incondicional es
una actitud de vida y no un “método” o “conjunto de maneras/ reglas”
practicarlo nos incluye, para empezar, a nosotras mismas. Amarnos tal cual
somos sin condiciones.
Si esto falta, no es posible ofrecerlo a los hijos,
porque nos acusaremos de nuestras imperfecciones ( parte natural de la vida) y
nos haremos la vida imposible, lo cual nos generará estrés y dolor, enfado,
desencanto, cansancio… y revertirá en la relación con los hijos/as. Así que
iniciamos amándonos tal cual somos sin condiciones, entendiendo que esto es un
proceso y abriendo nuestras dificultades y facilidades a otros/as en un proceso
de ayuda y apoyo mutuo.
El amor incondicional nace de
nuestro ser padres o madres más allá de las actitudes, comportamientos, de
nuestros hijos/as. Por ser hijos el vínculo amoroso que necesitan naturalmente
para desarrollarse con plenitud y que nosotros necesitamos dar para
recolocar nuestra parte pueril
demandante y ofertarles lo que necesitamos: dar y agradecer por poder dar.
Si tenemos introyectos de "la
maternidad como sacrificio" heredados de nuestras madres (muy probable) esos
pensamientos limitantes nos harán desenfocar la vida con nuestros hijos y ver
con lentes distrofiadas la realidad de nuestra necesidad verdadera: Dar amor y
gratitud-
¿De qué algunas maneras manifestamos a diario nuestro amor incondicional?
- ·
Cuando nuestros hijos/as más lo necesitan porque no estén pudiendo acompañarse en situaciones que les provocan estrés o
dificultad y, por tanto, pueden revertir en enfados, peleas, mal
comportamiento… Aceptando en ese momento quiénes son en su totalidad y la totalidad de sus conductas
amorosamente. Y poder acompañarlas sin apartarnos o apartarlos de nosotros,
acercándonos a sus dolores, iras ,conflictos, como adultos que somos.
- ·
Mediante el afecto recurrente, siempre que sea
bien recibido por los niñ@s y con todo el respeto que merecen en sus tiempos y
frecuencias: no buscando afecto para calmar nuestra propia sed de amor
incondicional sino entendiendo nuestro lugar de ofrecer y dar amor como
necesidad básica nuestra como seres humanos:
- ·
en contacto continuo los dos primeros años ( colecho,
amamantamiento o alimentación sustitutiva con vínculo y contacto, acariciar,
masajear, portear, tener cerca a los niñ@s)
- ·
y a partir de ahí respetando sus ritmos de un contacto- retirada
sano. Exploran, vuelven a mamá o papá, exploran, se relacionan con otros,
vuelven a mamá, papá, con disponibilidad a acogerlos en el regazo, a tocarlos,
a acariciarlos con nuestro tono de voz o nuestras palabras, a dar sin que
tengan que pedir aquello que más necesitan de nosotros: presencia y aceptación
incondicional.
- ·
Tratando de no retirar el contacto aunque hagan
daño. Sí, suena extraño pero creo que así es. Sí expresarlo mas no apartarlos de nosotras abruptamente. Si no, el amor, va condicionado. Cuando he sentido daño al
subirse mi hijo a mis piernas con fuerza, expreso qué me ha pasado pero no lo
ahuyento de mis piernas con rudeza. O me dice algo mientras está sentado sobre mis
piernas que no me ha gustado. No lo ahuyento de mis piernas. Mis piernas, su
contacto, está para él, y no depende de lo que él haga, así percibirá que el
contacto y el afecto no están condicionados. Se creerá merecedor. No perderá su
condición innata de merecedor de amor y yo no jugaré el papel de víctima, pues
soy la adulta y tengo otros recursos saludables.
- ·
Expresar un límite coherente con la vida a un hijo sanamente, va
acompañado de amor incondicional: presencia, seguridad, sin retirada de contacto
(visual, táctil o simplemente cercanía corporal). No se pone en cuestión quién
es el niño ni se le juzga por su ser, no apartamos quién es el niño, sino que
se informa de que esa acción no es posible conmigo, o en
este espacio… Nuestra autoridad va vinculada al amor, no al daño. Si la
vinculamos al daño, y muchos así lo hacemos o lo hemos hecho, es porque
autoridad y daño ha sido asociado en nuestra infancia como sinónimos y esa
asociación es importante deshacerla y liberarse de lo que conlleva de limitación
y violencia.
El amor como moneda de cambio o refuerzo es cruel:
- te premio con mi amor porque me gusta esto que
haces, me dices o cómo te comportas.
- te retiro
el amor como castigo, te dejo de querer, te pongo cara mala, te problematizo
porque esto no me gusta.
Los hijos creerán que serán amados solo por ser de una
manera o por hacer ciertas cosas y no por ser merecedores de amor sin más como
cualquier ser humano de esta tierra. Ser merecedores de amor por vivir, porque
es herencia y legítimo ser amados, sin condiciones.
Amarte como hijo porque en mí está el amor, no porque tú te
lo merezcas o no, tú te lo mereces siempre, y
amarme como madre porque en mí está el amor para mí misma, no porque lo
haya hecho mejor o peor, sino porque yo me lo merezco siempre también.
Y del caldo del amor, surgirá el mejor cultivo.
Algunas madres y padres a veces me dicen en comentarios : “ sí, qué bonito todo
esto y qué difícil”. Entiendo que transformar tu maternaje o paternaje por leer unos cuantos libros y artículos resulta complicado y algunas madres me han manifestado con preguntas, trasladando inquietudes, esta situación. Nuestra propuesta es de proceso. Y cuando escribo sobre ello, me apoyo en la experiencia en mi familia, en mi carrera profesional en la educación y en esta propuesta que te planteo.
Yo os remito a dos
cuestiones para mí básicas en las que me apoyo cuando escribo y vertebran
nuestra decisión familiar de acompañar en el camino del amor y el respeto.
Estos dos pilares básicos a mí entender son:
1.- El amor incondicional es para nosotras y no solo para
nuestros hijos, es una manera de estar en la vida, el respeto es también para
nosotras, y la paciencia y humildad muy importantes para ir caminando
entendiendo que esto es un proceso y que igual que muchos años ha costado crear
estos pensamientos locos también algunos costará deshacerse de ellos. Mas algún
día podemos empezar. Os recomiendo la lectura de mi artículo
“Los malos padres”
2.- Tomar la decisión real de transformar mi relación
conmigo misma, mis hijos y familia, y
buscar grupos y personas de apoyo para lo que vaya necesitando al caminar este camino.
Nosotros lo enfocamos trabajando con grupos de adultos que
además de apoyarse entre sí, realizan un
intenso trabajo emocional y corporal conmigo en aras a transformar su mirada y su
estar hacia los hijos/as y hacia ellos mismos.
Nosotros y las familias afines con las que comparto el
espacio lo enfocamos acompañando en
comunidad para ayudarnos a entrenar esta parte nuestra y observar qué pasa
cuando respetamos y amamos, y nutrirnos en familia y personalmente de conversaciones entre nosotros, lecturas,
experiencias, etc. resulta esencial. Y
es verdad que esta última parte, por sí sola, no acaba de funcionar para muchas
familias pues leer por sí solo se queda cojo aunque induce al despertar. El
trabajo transformador es de calado más hondo.
Seguro que cerca de tí hay alguna opción que te convence... Por mi parte, yo os recomiendo nuestros grupos porque están produciendo movimientos de calado en las personas que asisten a ellos:
- ·
Y para
los que viváis lejos, las consultas
personales on line en que el acompañamiento es particular, a cada familia y
persona, siguiendo su proceso irrepetible. Resultan un cambio de paradigma y
apoyan la decisión que toméis, ayudan a darle realidad y constancia en muchos
casos.
Muchas gracias por leerme. Si te ha interesado y crees que
puede nutrir a otros cercanos, te animo a que compartas. Que tengas un buen
día.
Mon Gómez
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