Elijo el principio de generosidad en la
relación con mis hij@s y conmigo misma:
- Mi necesidad de intervencionismo es una capa superficial de mi confianza en la vida, en la capacidad de movimiento, intelectual y emocional de mi hijo/a y, como tal, elijo no jugármela y sí validar sus posibilidades.
- Mis temores son una capa superficial de mi deseo y placer, y ya que son míos, decido no darles de comer y elijo acompañar el disfrute y la exploración de la sexualidad de mi hijo/a y lo legitimo.
- Mi sordera es el paso anterior a mi capacidad de escuchar y reconocer el estar y el ser del otro/a….y elijo mi querer complacer a mis hijos y escuchar la expresión de sus necesidades y lo legitimo.
- Mi desconexión es la excusa para no darme la vida en plenitud y no dársela a mis hijos, y descubro que tras ella hay inmensa fuerza vital, enraizamiento en el presente continuo y, desde ahí, elijo acompañar, mirando, reconociendo, e intuyendo a mis hijos desde el vínculo que nos une y la comprensión de quienes son aquí y ahora.
- · Mi obligación de resolver oculta mi pasmo por lo nuevo de la vida y las relaciones que desconozco y acompaño sin saber qué será, cómo será, desde la inocencia de los nuevos ojos de un niño y la lucidez de saberme ya adulta, y desde ahí elijo acompañar los confictos u otras situaciones entre mis hijos y conmigo u otros, confiando en su desenlace, valorándolo como el necesario, sea cual sea y desde el respeto a la vida.
- · Mi desconfianza es la antesala de mi confianza y, ya que así es, no le doy fuerza y elijo dar dos pasos atrás en aras de la autonomía y libertad de mis hijos.
- Mis automatismos destructivos me hacen seguir en la rueda del hámster mas tras ellos está mi creatividad para ofrecer lo mejor de mí a mi hijo/a en nuestra relación, y la elijo desde mi libertad, la elijo y me vinculo desde ella.
- · Respiro ampliamente en mi vida y pongo mi amor a disposición de quién es mi hijo/a y quien soy yo como madre/padre.
- Amo incondicionalmente a mis hijos desde mi posición de adulta, dando y agradeciendo en lugar de esperar que a mí me amen por lo que hago o por lo que soy. Y ese amor me nutre, no es moneda de cambio. En el presente se da, y en el presente se queda.
Mas no niego
que temo, no niego que desconfío, y no niego mi desconexión: están en mí, míos
son y los acojo, y me amo con ello y es ese amor el que me permite acompañarlos
y, sintiéndolos, elegir lo que prefiero para mi vida y para mi relación con mis
hijos.
Quién tan loco
de pensar que habrá felicidad sin haber aprendido antes a amar, parafraseo a
Claudio Naranjo.
¿Y tú, qué te has dado cuenta que ocultan ciertas emociones o acciones con tus hij@s?
Acrílico de Alice Miller
Mon Gómez
¿Quieres entrar con nosotr@s por La Puerta Azul?
Consultas individuales y formación a colectivos
en acompañamiento consciente a los hijos/as y
crianza respetuosa con sus procesos de vida
Pulsando en este icono puedes suscribirte al blog y recibir las entradas directamente por correo electrónico.
Regreso del proceso Hoffman agradecida, con una pieza del puzzle que se ha colocado milagrosamente y llena de amor y contento.
ResponderEliminarY escribo sobre lo que queda oculto por esa capa que nos creemos auténtica y no es más que el vestido del miedo, del espanto, del grito, de la frustración... y detrás, estás tú, tú y tu relación con otros: hecha de esa pasta humana que te es esencial, hecha de amor, de paz, de contento, de mirada y escucha, hecha de verdad, una verdad muy profunda y que engendra felicidad.
Cuanta luz en tu reflexión-introspección. Gracias Mon, un abrazo desde Bilbao. Iñigo Gomez
ResponderEliminar