(He escrito este artículo después de releer el libro de Laura Gutman: Qué nos pasó cuando fuimos niños y qué hicimos con ello. Os lo recomiendo encarecidamente.)
Nombrar lo real.
Los niños tienen una maravillosa capacidad para integrar lo
que suceda sin juicio y esta integración se produce con mucha facilidad en los primeros años,
ayudada por el acompañamiento veraz de un adulto con el que estén vinculados. El juicio lo aportará el acompañamiento condicionado por parte del adulto.
Que las circunstancias de su realidad sean idílicas o
infernales puede ser en cierta medida una suerte o trágico, mas que no
nombremos esas realidades tal como son es devastador. Produce una brecha entre
la realidad y la percepción del niño por un lado, y el constructo mental (pensamientos,
emociones) `que provienen del adulto que acompaña por otro y al no casar ambas partes ( lo que el niño percibe no cuadra con lo que el adulto le dice que pasa o siente o piensa) algo se descompone en su percepción global: no van
en línea sensaciones, emociones, pensamientos y comportamientos, “algo no casa”…
y se crea confusión. En esta batalla tiene las de ganar la visión del adulto y será la que probablemente se imponga sobre la percepción del niño. Y esta confusión que origina la situación deviene en los niños cuando crecen en falta de orientación mental, emocional, sensorial, y otras cuestiones.
Estamos tan acostumbrados a vivir con ello que apenas reconocemos que puedan existir otras posibilidades de realización.
Estamos tan acostumbrados a vivir con ello que apenas reconocemos que puedan existir otras posibilidades de realización.
Si un niño en este tiempo de mente absorbente escucha de su
mamá que “está bien” cuando él percibe que está llorando, su cuerpo tiembla y
su rostro está abatido e incluso ( estoy convencida de esto, pues lo compruebo
con mis hijos pequeños una y otra vez) es capaz de sintonizar con los
pensamientos de dolor y/o de sufrimiento de la madre, algo sucede que no casa.
No encaja. El mundo tal como lo percibe el niño no corresponde al mundo tal
como lo nombra mamá y mamá es tan
importante y el niño tan dependiente que prevalecerá el nombre que mamá le dé y
el niño se desconectará de su sensación o percepción personal, es decir, dejará
de confiar en sí mismo. En pocas palabras, dejamos de fiarnos de nosotros
mismos para pasar a fiarnos de otros. Nos quedamos solos. Sin lo esencial. Nos
quedamos sin acompañamiento ni anclaje. A merced de los vientos.
Y si un niño siente enfado con otro y su mamá se lo
ningunea, sin atender y licitar, y
decide centrar la atención no en la vivencia emocional del niño sino en la situación, en lo que el otro niño siente,
piensa, debería ser… entonces el niño aprenderá a no escucharse y tergiversarse
cuando sienta enfado, de tal manera que no podrá atender a sus propios límites
personales porque desconocerá su ubicación: carecerá de esa estructura básica.
Y si un niño recibe violencia de su madre, que lo agarra
fuerte para sacarlo de una situación incómoda para ella, por ejemplo, y le nombra esta verdad camuflándola en su
ser contrario: “la bondad de esta madre que ayuda a su hijo” en lugar de
nombrar su incapacidad para acompañarlo y el resorte automático que se genera,
entonces este niño pensará que la violencia es algo bondadoso y la ejercerá por
el bien de su hermano, sus amigos, sus hijos en un futuro y buscará a quien se
relacione desde ahí.
Y si cuando un niño está feliz de haber hecho algún descubrimiento y se lo comparte a mamá, la mamá le llama a esa felicidad y alegría "jaleo, ruído, molestia" entonces aprenderá que cuando siente alegría ese nombre es molestia y poco a poco irá asociando la molestia con la alegría y no la podrá disfrutar. Qué loco todo esto y qué real.
Y si cuando un niño está feliz de haber hecho algún descubrimiento y se lo comparte a mamá, la mamá le llama a esa felicidad y alegría "jaleo, ruído, molestia" entonces aprenderá que cuando siente alegría ese nombre es molestia y poco a poco irá asociando la molestia con la alegría y no la podrá disfrutar. Qué loco todo esto y qué real.
- ¿Y qué pasaría si dijésemos la verdad? O al menos tanta verdad como seamos capaces de observar y reconocer…
- ¿Qué se pondría en juego en mí como adulto/a?
- ¿Qué se pondría en cuestión en mí como adulto/a?
Tal vez se pondría en juego mi imagen, mi dificultad para admitir mis equívocos, y en cuestión mi capacidad de maternar amorosamente, mi miedo a sentir, quedaría
al desnudo mi vulnerabilidad y humanidad, mi dificultad para vincularme a mi
peque o separarme de él… bueno, esto es así, es un secreto a voces en nuestra generación y las
anteriores, basta dar un paseo por la calle o un parque y podríamos hablar de
hermosos ejemplos de encuentro entre padres e hijos y de devastadores momentos
de relación entre estos mismos padres e hijos.
Nombrar el daño, nombrar el amor, nombrar lo que siento,
nombrar lo que hago, ayuda a integrarlo. Los niños pueden integrar experiencias
duras, de guerra, pérdidas de seres queridos, etc., si son bien acompañados, si
se les nombra la realidad con palabras simples y se acogen los sentimientos que
de ella devengan. Y esta experiencia difícil les enriquecerá y los humanizará,
los hará más comprensivos en el futuro del corazón humano. Mas ante
experiencias mucho más sencillas manipuladas y falseadas, el niño se perderá y
puede hacerse un mundo y desarrollar verdaderos problemas anulando espectros de
sentimientos ( enfado, tristeza, rabia, etc.) o tergiversando las realidades
que le fueron dadas en falso por su mamá o su papá o cualquier otra figura de
cuidado primaria.
Me viene a la mente Rebeca. Rebeca Wild, que era guía
Montessori, adoraba los materiales sensoriales que se emplean en los ambientes
para niños y niñas de entre 3 a 6 años. Unos cuantos de ellos corresponden a
pares que se deben emparejar desde los diferentes sentidos: olfato, gusto,
vista, tacto, oído. Ella los contemplaba sagradamente y , como si fuera la
primera vez que jugase, los hacía cuadrar, “ casaban o no casaban” unos con
otros: “ este casa con este”, “este no
casa”. Y este es una de nuestros primeros aprendizajes: la percepción sensorial de la
realidad y encontrar los iguales. Lo que sí va, lo que no va. En el futuro se
convertirá en un concepto sólido si tenemos estos perceptos bien asentados y entonces podremos decidir lo
que del mundo casa entre sí o casa con nosotros para decisiones más
determinantes que juntar un par de olores o sabores.
¿Pero cómo vamos a saber lo que casa con nosotros si nuestra
brújula interna está falseada?
¿Cómo vamos a saber qué sí o qué no si solo podemos sentir parte del espectro emocional y adquirimos confusión sobre nuestras percepciones porque han sido negadas o no escuchadas o directamente confrontadas?
¿Cómo vamos a saber qué sí o qué no si solo podemos sentir parte del espectro emocional y adquirimos confusión sobre nuestras percepciones porque han sido negadas o no escuchadas o directamente confrontadas?
Así que si la base está
desajustada, aprenderemos a renunciar a lo nuestro y no podremos saber
qué casa con nosotros, y puede ser que tomemos muchas decisiones incluso en
nuestra contra o, al menos, sin que nos sean nutritivas.
Otro de los sabios planteamientos
de Rebeca Wild era “ digo lo que hago” y
“ hago lo que digo” y me ahorro muchas otras palabras innecesarias. Al trabajar
con los materiales manipulativos de
cálculo esta tarea de “ decir lo que haces y hacer lo que dices” que parece tan
simple, nos abre al darnos cuenta de la brecha entre nuestra palabra y nuestra
acción. Poco a poco, al trabajar desde aquí se producen cambios, porque empieza
a ajustarse palabra y acción y a transformar nuestras vidas. Y sé de casos de
fuertes crisis de parejas y reajustes a posteriori positivos, porque a pocos
alguien en la casa empezó a decir lo que hacía y no a callarlo, o a hacer lo
que decía y no a dejarlo pasar, tras su trabajo en materiales.
Si le cuento al niño lo contrario de lo que hago, pues
lógicamente el niño estará confuso, pero dada su necesidad de amparo y amor,
preferirá desintegrar la realidad a considerarme poco fiable, pues soy su
sostén. Si el sostén es poco fiable, ¿qué va a ser de él? Está en juego su
supervivencia y eso es más grave que ninguna otra cosa para un niño/a.
Así que creerán las mentiras como si fueran verdades por no cuestionar la figura materna.
Y cuando de mayores, de repente, alguien nos dice una verdad
no nombrada, se suele producir un estado de choque, de confusión, que suele
quedar en el silencio, hasta que se va ajustando e iluminando esto nuevo de mí
que no veía. Ese mismo estado de confusión por el que transitábamos de pequeños
cuando la asociación entre lo que decía mi madre y lo que yo percibía no
cuadraba, esa misma confusión que se va deshaciendo cuando nosotros o personas
que nos acompañan le ponemos palabras a la realidad que fue o es, y tras pasar
por un momento de asombro, hacemos “click” y podemos entender mejor.
Los hijos son una oportunidad fascinante para que esto se dé
en nosotros, esos “cliks”, y también para que tomemos conciencia como padres y cuidemos de
validarlos, escucharlos, confirmar su percepción, sus emociones y su mirada al
mundo y se lo puedan llevar como un tesoro de conexión consigo mismos a la
adultez. El tesoro que traen por vivir. No robarles el tesoro de ser y estar con ellos mismos. Un proceso de madres-hijos o padres-hijos, en que ambos polos salen
ganando.
Pues qué descanso poder nombrar lo que se es, lo que se
siente, lo que se observa, lo que se hace, sin más. Licitándolo y confiando en
que tenemos las herramientas vitales niños y adultos para integrar la realidad,
lo que sí no podemos con salud es andar a cuestas con falacias locas sin consecuencias trágicas para los niños, los papás y mamás, la sociedad…
Algunos casos en los que solemos mentir a los niños:
- · Cuando hablan de sentimientos que nos cuesta sostener: de enfado, tristeza, rabia…
- · Cuando sucede algún acontecimiento trágico: accidentes, muertes, enfermedades…
- · Cuando somos violentos o crueles con ellos: gritos, amenazas, castigos, invalidación, desprecios, etc…
- · Cuando no queremos que lo que hacemos o decidimos provoque reacciones emocionales en los niños: nos vamos de casa, nos vamos de viaje, decirles que no a algo que desean y ahora no está pudiendo ser, etc…
Vamos a ponernos en claro, porque si aclaramos quienes
somos podremos transitarnos para llegar a esa otra parte también nuestra
de confianza, paz, serenidad, alegría y amor. Teóricamente,
no funciona. Es en el acompañamiento de cada día.
Si te ha gustado y te ha servido, por favor comparte y haz que llegue a cuantos más padres y madres y educadores mejor. Un abrazo y gracias.
Mon Gómez
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Mon Gómez
En La Puerta Azul trabajamos en grupos de confianza para
creando lazos entre nosotros poder abrirnos y ayudarnos en esta tarea de acompañar
desde el respeto y con la energía del grupo y nuestras tomas de conciencia, se vaya aposentando
en nosotros esta nueva energía a la hora de estar y crecer con nuestros/as
hijos/as o alumnos/as.
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en acompañamiento consciente a los hijos/as y
crianza respetuosa con sus procesos de vida
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