miércoles, 1 de abril de 2015

MADRES E HIJOS CUBISTAS.HABITAR EL ESPACIO DE LIBERTAD


(comentario al taller "El permiso para ser y cómo lo transmito a mi hijo". Muchas gracias a todos los que estábais allí)

  En nuestro mundo hay cualidades. Son posibilidades de ser. Así que yo las puedo usar cuando las necesite. Puedo usar  la cualidad de la lentitud y la cualidad de la rapidez,  la cualidad de la simpatía y la de la antipatía,  la cualidad de la amabilidad y la cualidad de la rabia, está la cualidad del cuidado y la cualidad del destrozo,  la cualidad de la despreocupación y la de la preocupación, la cualidad de la introversión y la de la extroversión... podría seguir hasta un infinito y también variando los pares.   Pues yo entiendo que lo contrario de simpatía es antipatía pero para ti el contrario puede ser sosería o cualquier otro. Cada uno de nosotros tiene su camino , y solo uno mismo lo sabe y lo recorre.
  A veces se me olvida que tengo todas esas cualidades y otras me enfado con alguna de ellas, por ejemplo, con la antipatía, me enfado y me cuesta hasta nombrarla. No puedo actuarla en mi vida. Y siento como si me cortase un brazo, el de la antipatía. Me quedo solo con el de la simpatía. A veces ni siquiera me doy cuenta de ello. Voy con un único brazo por ahí y no lo noto porque todo lo hago con ese brazo. Y se me acerca alguien por la calle y me pisa y le sonrío; se me cuelan en el metro y me muestro de lo más comprensiva y simpática,  mi  hijo se ha saltado por tercera vez un límite y yo con cara agradable le digo: cariño, blablabla... Y ahí estoy yo con un solo brazo. De repente mi brazo está agotado y me doy cuenta de que, caramba, si me falta el otro. Bueno, lo he visto, me falta el otro. Respiro. Me pongo a buscarlo. Alguien me dice que irá creciendo a medida que yo lo vaya reconociendo y queriendo como quiero al otro, en su uso útil para mi vida. Y entonces, cuando me pisan por la calle, le contesto al señor que tenga cuidado, y mi cara es seria y clara con mi emoción, y cuando se quieren colar en el metro, mi antipatía recorre mis venas y empujo para que nadie me quite mi sitio, y cuando mi hijo se vuelve a saltar el límite, me pongo a su altura y con voz firme e inflexible le indico la consecuencia que tiene lo que ha hecho ya tres veces y la actúo.
Y ahí estoy, me va creciendo el otro brazo. No me olvido del primero. Porque la primera vez que me pasó algo así, se me olvidó el primero y empezó a encogerse. Hago uso de uno o de otro o de ninguno cuando la vida me lo pide.
Me gustaba tanto  uno de mis brazos,  otra de mis pestañas,  uno de mis pies,  y otro de mis dedos, y al contrario no tanto que andaba como un cuadro cubista.
Rodrigo y Carmen, mis hijos,, más cercanos aún al origen, saben usar muy bien estas cualidades cuando las necesitan e ir pasando de una a otra sanamente. Cada vez que me juzgo una cualidad, también se la juzgo a mi hijo o hija. A veces se la permito sin límite y otras se la castro. Afortunadamente otras muchas la vivencio con ellos y al vivirlas juntos, aprendo de ellos y aprendo de mi. Cada vez que le permito una cualidad, me la voy permitiendo a mi misma. Conociendo su uso y el lugar que ocupa en la vida. 
Y este movimiento de ida y vuelta nos nutre a todos. Y, poco a poco,conquistando el permiso de todo nuestro ser. Y me viene claro que mientras habitamos este espacio cubista, con curvas y aristas, mientras un ojo sea más grande que otro, es porque ese es nuestro espacio hoy, este es nuestra manera hoy, y bienvenida es, que nos hace ser... con permiso de disfrutar del cubismo.
Habitando nuestro espacio de libertad personal y familiar.
Montserrat Gómez Gómez

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