lunes, 24 de julio de 2017

CONDICIONAMIENTOS: EXPECTATIVAS, JUICIOS, REFUERZOS (PREMIOS Y CASTIGOS) por Mon Gómez

Condicionamientos: expectativas, juicios, refuerzos (premios y castigos).

“Espero que seas limpio, “educado”, obediente, alegre, asertivo…”
“Ojalá mi hijo llegue a ser un luchador, una mujer comprometida con el mundo, un leader, rebelde, tenaz…”
“Me sentiría tranquila si mi hijo fuera una persona eficaz, resolutiva, competente, adaptada al mundo que le rodea, flexible, serena…”
Esperamos esto de nuestros hijos/as u otros parámetros de cualidades similares y, si desde pequeños los orientamos hacia ellas, les negamos la otra cara de la moneda. No van a poder explorar e integrar lo nutritivo de esas otras partes, en algunos casos las anularán aparentemente  y/o  pelearán con ellas cuando las encuentren fuera de ellos, dificultando sus relaciones interpersonales
Ser sucio, “maleducado”, desobediente, triste, dubitativo… puede ser acompañado con falta de amor, de aceptación, en algunas familias. Es fácil detectar si esto pasó en la tuya:
  •  Si te es difícil acompañar a tu hijo jugando a ensuciarse, lo toleras bien poco tiempo o te saltan todos los resortes… 
  • si tratas de ser un papá respetuoso mas cuando das una instrucción es necesario cumplirla sí o sí y si no es así la ira te aturde, la manifiestes o no, 
  • si valoras la función de la alegría en la vida, pero a la tristeza le das el justo o menos tiempo o todo lo contrario.. 

puedes hacerte una idea de los juicios, valores, expectativas, que había en tu hogar infantil.

Esto lo hacemos a distintos niveles:

Ø  nuestros abuelos a nuestros papás podría ser que incluso les pegasen, les echaran buenas charlas morales o apenas sin dar explicaciones decidían por ellos: “ así era y no había vuelta de hoja”, creían que esta era su tarea como padres,
Ø  por lo que algunos de nuestros padres han hecho un gran esfuerzo por ir dejando atrás ciertas actitudes, movidos por el amor hacia nosotros y pocos de ellos utilizaban el castigo físico,  y normalmente nos reprendían, nos premiaban o castigaban para conducirnos hacia esas expectativas o nos explicaban largamente el porqué de sus decisiones con respecto a nuestra educación,
Ø  y algunos de nosotros siguiendo esta cadena y en un proceso lento, no decimos qué esperamos de ellos porque somos conscientes de que les resta libertad de ser, mas muchos sí lo pensamos y en nuestro cuerpo se refleja esa tensión cuando sucede algo que no corresponde con lo esperado por nosotros o socialmente, familiarmente… de tal manera que el pensamiento que activa ese patrón disfuncional y que no nos permite amar incondicionalmente a nuestro hijo sigue activo.

¿En qué se sustentan las expectativas? Algunas son culturales, sociales y otras familiares o incluso más personales. En cada caso se sustentan por juicios de valor: espero esto porque es mejor que esto, pondero algo sobre lo otro, y esto lo hago porque no confío en el desarrollo natural del ser humano, en la autorregulación, en su bondad, colaboración y socialización intrínseca cuando se dan los apoyos de la seguridad, el amor y la libertad y respeto y se permite ser con lo que devenga de ello.  Y no confío porque para mí es nueva esta posición, voy en terreno inestable, y no vengo nutrida de ello de la infancia.

¿Cuáles son esos juicios? “Es malo desobedecer”, “es peligroso ser rebelde”, “es anormal no saber leer con siete años”,  con la carga emocional que sustentan: miedo, desprecio, etc. y por lo tanto dirijo. Son pensamientos infantiles que en la infancia hemos gestado pero seguimos engordando y engordando cada vez que volvemos a darles validez y activan emociones y respuestas automáticas que nos sorprenden. Es posible irlos deshaciendo, esa es la buena noticia, en un proceso de toma de conciencia, y por supuesto de trabajo emocional y creación de patrones funcionales alternativos.

Retomando los ejemplos, no puedo acompañar la desobediencia o el ritmo de aprendizaje porque lo que no soy capaz de acompañar es el miedo o el desprecio que está asociado a ellos, ¿y ese miedo y desprecio por qué no lo puedo acompañar? Porque mis padres no me lo han acompañado y/o porque es la manera en que han acompañado esas situaciones mis padres cuando yo las transitaba y me produce tanto dolor, que no puedo sostenerlas de nuevo, se activan porque no están cerradas. Sigo siendo un niño con cuerpo de adulto relacionándome desde aquí con otro niño que es mi hijo. Así que es una cadena que pasa de generación en generación.

Es mi decisión cortar con ello y aún con dificultad iniciar el autoacompañamiento y el acompañamiento de mi hijo ampliando mi mirada y permitiendo que esas otras maneras que no tengo integradas se vayan dando como posibilidades naturales: tristeza, desobediencia, lentitud o las que sean que me cuesta acompañar y confiar en que con amor me nutrirán y traerán algo nuevo, otra posibilidad de ser para mis hijos y para mí.

Si lo que sustenta la expectativa es el juicio, lo que empuja a que se mantenga en la siguiente generación son los premios y castigos: premiar, reforzar una conducta que yo valoro como positiva, castigar o segar una conducta que yo valoro como negativa.

Y ese premio o castigo que no es más que una conducta de amor negativo por parte de mis padres, condicionado a ser de una manera determinada, aquella que estaba valorada en mi familia de origen, refuerza y refuerza ese esquema neuronal que sigue activo en mí.

Tal vez se ha ido marcando por negación de placeres (haces eso, pues yo te prohíbo esto otro que te gusta) o por amenazas (Si haces esto, entonces te va a pasar esto otro que no te gusta) o por alabanzas y elogios (muy bien, muy bien, por ahí es por donde debes seguir, haz eso y no cualquier otra opción).

 Esos mis valores que se defienden en mi familia, en la familia de al lado o en la  cultura vecina serán otros, así que es algo absolutamente subjetivo y  no inherente a ser humano o a socializar. Y que, indudablemente, mina la autoestima de cualquier ser humano pues se le niega el derecho a ser y la validez de pensar, sentir y comportarse como percibe suyo, respetando el derecho al otro a también ser él mismo y desde ahí relacionarse.

Y yo puedo elegir reproducirlo o dejarlo a un lado. 
La primera elección implica seguir en automático, como una marioneta a los hilos del pasado no cerrado; la segunda elección implica ampliar mi abanico de sentir y acompañar, con el dolor  y amor que trae consigo y la libertad y satisfacción también y dejar de lado aquello que daña a mis hijos y a mí, acercarme cada día más al amor incondicional y al respeto por los procesos de vida de aquellos que me rodean y el mío propio.


Mon Gómez


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domingo, 2 de julio de 2017

CRIAR EN LIBERTAD por Mon Gómez

¿Para qué criar en libertad, para qué no dirigir a los niños?

El ser humano se desarrolla de dentro hacia afuera en un proceso de elección de opciones mediante las que va consiguiendo del exterior aquello que necesita para crecer y vivir plenamente. Ese desarrollo no lo podemos forzar. Hacerlo, más que garantizar que se dé con rapidez, lo entorpece. Tiene un ritmo natural y respetarlo ayuda a que se dé en plenitud.

Tampoco  podemos saber a ciencia cierta qué es lo que necesita otro ser humano a priori. En el caso de los niños hay necesidades básicas fundamentales como contacto, respeto, disponibilidad, mirada, escucha, presencia, confirmación, validación… más qué necesita cada niño en cada momento, con qué del mundo necesita contactar para seguir evolucionando nadie más que él mismo lo sabe. Va a ser su conexión sagrada con su ser la que lo conecte con qué le hace falta en cada momento e irá hacia ello si no lo interrumpimos. Al igual que el bebé sabe si tiene frío, hambre, necesidad de contacto y lo solicita, el niño va a ir realizando este mismo proceso contactando con necesidades más complejas. En los primeros años necesidades motrices, afectivas y sensoriales, de exploración del mundo y regreso al nido y, posteriormente, esta gama se ampliará con necesidades vinculadas a lo cognitivo, lo social y lo moral hasta llegar a la adolescencia.

En contacto consigo el niño busca lo que necesita del exterior y lo integra en un proceso de juego libre innato, no condicionado. Acompañar este proceso vital proporcionará un desarrollo completo del niño, acompasado con la naturaleza.

Decía Rebeca Wild que nos vendría bien ponernos un esparadrapo en la boca más a menudo a los adultos, dada la condición directiva o manipuladora del lenguaje tal como lo usamos, y creo que también es interesante hacerlo a causa de nuestro abuso del empleo de la palabra como sustituta de nuestra genuina presencia. 

Estoy totalmente de acuerdo con Rebeca en la necesidad de mayor silencio en el acompañamiento y además yo os propongo que …

…probéis a dar dos pasos hacia atrás.

¿Para qué?

…para crear un espacio de libertad. 


Y digo dos pasos hacia atrás, no que desaparezcáis de escena. Es decir, que haya permiso explícito de ser, de estar en libertad, de que el niño ejerza su autonomía desde la mirada amorosa y de aceptación del adulto y no desde la ausencia. Si me voy, no hay presencia. Y esto a medida que crecen es interesante y sano (ellos mismos van pidiendo tiempos sin adultos) más si me voy porque no sostengo la libertad y sus consecuencias,  el trabajo me toca hacerlo conmigo mismo pues los niños sí necesitan nuestra validación, mirada, confirmación, y la merecen, y yo, como madre, me merezco dársela, y dársela sin “robarles” (copio a Vega Martín) sus descubrimientos y habilidades.

Así que...¿Para qué dar dos pasos hacia atrás?
  • para que los niños decidan en aquello en que la naturaleza les proporciona posibilidad de desarrollo (depende de su etapa evolutiva). Los ejemplos que he elegido son de niños de entre 2 y 6 años, en etapa preoperativa. La naturaleza los sitúa en un momento evolutivo donde se desarrollan sus habilidades motrices, afectivas y sensoriales;
  • para que los niños exploren su creatividad atendiendo a su posibilidad de elegir y generen seguridad en sí mismos, confianza, capacidad para equivocarse y acertar lícita;
  • para que los niños respiren entre su dependencia y su autonomía, permitiéndose llegar a lo que sí pueden conseguir y tocar con aquello para lo que aún no están preparados y en ambos lugares ser acompañados y poder acompañarse poco a poco ellos mismos.

Voy a ofreceros algunos ejemplos prácticos y recientes de nuestro ambiente y familia para ilustrar a qué me refiero con “ dar dos pasos hacia atrás”:

1. Phil tiene 2 años. Ha cogido un carrito de pasear a los muñecos que está aparcado en la zona de carros, en el eucalipto grande. El carrito está plegado, Phil dice: “abrir”. La mamá lo está observando de cerca y lo escucha, y está tentada de acercarse aún más a abrir el carrito que está usando Phil, pero esta vez decide no intervenir y seguir muy atenta, y sí hacer patente su presencia describiéndole al niño lo que ve que va haciendo puntualmente o repitiendo lo que el niño va diciendo. Entonces, Phil empieza a jugar con el lenguaje egocéntrico diciendo: “abrir, cerrar, abrir, cerrar (…)” y está así cantando un buen rato, explorando esas palabras antónimas mientras trata de abrir el carro con su gesto, mas no consigue  así que decide empujarlo a  ver cómo rueda plegado, y puede rodarlo y sigue jugando a decir “abrir, cerrar” y sigue un largo rato concentrado con este juego que ha aparecido en su vida.

Cuando terminamos el acompañamiento la mamá me dice: “he estado a punto de intervenir, y me he quedado emocionada de ver lo que pasaba, cómo el juego se transformaba y él estaba concentrado. Creo que si se lo hubiera abierto hubiese terminado mucho antes su juego… en realidad  estaría anticipando su juego”.

Ese mismo día también decidió no intervenir y confiar en los recursos de su hijo cuando en la mesa de agua lo mojaron y no le gustó. Le dio tiempo a frenar su automatismo para no resolver la situación por él y elegir una respuesta consciente: esperar, lo cual proporcionó a Phil la posibilidad de decir: “No”, alto y claro, al otro peque que lo había mojado en el juego. El otro lo entendió y lo respetó.

Phil pudo hacer gala de su asertividad y de su exploración en el juego en ambas situaciones.

En estas dos situaciones vemos cómo al no interferir el desarrollo motriz fino ni el desarrollo social, los recursos del niño, acompañado por la mirada y la validación de su madre, en presencia y cercanía, son nutritivos y regulan su actividad para que se dé de forma relajada, autónoma y en libertad.

2.- Marina tiene 3 años. Está jugando en manualidades y quiere cortar un papel con las tijeras. La mamá acostumbraba a hacerlo por ella hoy ha tomado una decisión diferente: está decidida a confiar en los recursos de Marina. Así que cuando la niña no consigue y le pide que lo haga por ella, la mamá se retira manteniéndose cerca y le dice: “yo te estoy acompañando”, con claridad y confianza. Marina está un rato largo con la lengua fuera de la boca tratando de recortar hasta que ¡consigue!, encuentra su manera de sostener el papel con los dedos haciendo pinza y recortar tal como deseaba con la otra mano. Está muy satisfecha de haberlo logrado, también su madre está contenta y se encuentra su mirada de alegría con la de mamá que la acoge y atiende.

3.- René tiene 5 años, casi 6. Lleva una temporada inventando y construyendo objetos. Hoy quiere construir con una botella de plástico un objeto para lanzar  palitos largos y finos. Para hacerlo manifiesta que es necesario estrechar un lateral de la botella para dar forma a un canal por donde lanzará los palitos, mas no atina a saber cómo hacerlo así que se acerca a su mamá y le pregunta. La madre lo acompaña con mucha atención: “va a ser interesante saber qué ideas se te ocurren” y mantiene silencio, curiosa y conectada emocionalmente con su hijo. El niño repite que quiere que ella le diga cómo lo haría, la madre espera un poco y le dice que “ese juego que ha inventado es su juego” (se le pasa por la cabeza la posibilidad de responderle que puede pegar la botella con pegamento para que quede con aquella forma mas decide esperar y confiar).

 A los pocos segundos René responde: “¡ya sé!”. Entonces, toma unas tijeras y agujerea la botella por ambos lados, toma una pluma de pavo real que está tirada en el suelo, la corta dejando la zona central y la coloca entre un agujero y otro de tal manera que la cruza y puede deformar la botella tal como él quería;  sigue con este proceso de agujerear a ambos lados, cortar plumas a medida y pasarlas por los agujeros a través de la botella a todo lo largo del lateral  que quiere estrechar…¡hasta que consigue el canal!: ¡qué ingeniosa idea! ¿qué adulto le hubiera podido contestar con tal ingenio? Es más, ¿qué de creatividad y posibilidades le restaríamos si nos adelantásemos, por no confiar en su capacidad o temer su frustración?

Confiar en la vida, en el desarrollo de la vida en los niños, sabiendo que son dependientes de nuestro amor, aceptación, mirada, escucha, validación, disponibilidad, y que también son autónomos en la consecución de aquello para lo que la naturaleza los ha dotado en cada etapa de desarrollo. Este respeto y confianza en sus posibilidades es el camino para que crezcan con una relación sana con sus posibilidades de hacer, relacionarse, ser y percibir su realidad.

Aunque tiremos de los tallos de la planta para que crezca, no conseguiremos acelerarla, como mucho sus condiciones serán menos óptimas o, tal vez, se tronche algún tallo en el intento. La planta va a ser lo que pueda y venga a ser atendiendo a su semilla, de la que nació, a su semilla de posibilidades que es. Un pino no es mejor que un castaño, ni peor, es, y va a ser un maravilloso pino si las condiciones ambientales son óptimas: el agua del amor, la tierra de la disponibilidad, el aire del respeto; al igual que un castaño será un hermoso castaño si se dan las condiciones ambientales suficientes. Ahora, como nos empeñemos en que un pino sea un castaño, o en que ya es hora de que mida un metro o le vayamos cortando por aquí y por allá para que parezca un seto… ¡ohhh qué violencia tan prepotente aquella que acelera lo que la naturaleza da en su curso, que no ve la bondad de cada forma de vida o cree saber mejor que otros lo que necesitan los demás!.


Humildad y paciencia, y la vida se despliega en todo su ser.

Y, si pruebas a dar los dos pasos hacia atrás, me encantaría que nos contases qué ha pasado con esto, cómo ha sido para ti.


Tanto en los grupos de acompañamiento y formaciones como en las observaciones y devoluciones, que llevo supervisando años en mi ambiente preparado, puedes empezar a acompañar desde el respeto y la libertad y  entrenar esa parte de ti misma para llevártela a casa después, y seguir en tu casa acompañando desde la libertad. 
Con la intención no es suficiente en ocasiones y es útil el apoyo de lo que te puedo señalar, el ambiente relajado donde el proceso es lo que reina, el estar, para vivir con mayor calidad la relación y el vínculo filial.

Estas observaciones y devoluciones consisten en:
1. Vienes al espacio preparado (en Alcalá de Guadaíra, Sevilla) con tu hijo/a -previa cita- y yo observo su juego y tu acompañamiento.
2. En una segunda sesión (sólo con el adulto/a - on line o presencial-) te hago una devolución con lo que he visto de cómo funcionáis en vínculo tu hijo y tú y qué aspectos puedes enfocar para que sea más relajada la vida entre vosotros y se dé con mayor facilidad el desarrollo del niño/a.

El grupo de acompañamiento que actualmente está con plazas libres está formado por madres/ padres, madres de día, educadoras infantiles y profes, también en Alcalá de Guadaíra, Sevilla, y en él trabajamos cuatro horas durante una tarde al mes, de 16:00 a 20:00 ( ahora mismo el grupo que está abierto nos reunimos la primera tarde de miércoles de cada mes) para que, enfocando la relación contigo misma y tu niña interior mediante dinámicas y trabajo directo conmigo,  y el aprendizaje de nuevos recursos, materiales y enfoques de relación con los niños/as, transformes la calidad de la vida con tus hijos o niños/as que acompañas.  

Si necesitas más información, puedes llamarme al 682828378 o enviarme un whatsApp.
Un abrazo y feliz día,

Mon Gómez





Alcalá de Guadaíra, Sevilla
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