domingo, 25 de junio de 2017

Decirles la verdad a los hijos/as por Mon Gómez


 (He escrito este artículo después de releer el libro de Laura Gutman:  Qué nos pasó cuando fuimos niños y qué hicimos con ello. Os lo recomiendo encarecidamente.)

Nombrar lo real.

Los niños tienen una maravillosa capacidad para integrar lo que suceda sin juicio y esta integración se produce con mucha facilidad en los primeros años, ayudada por el acompañamiento veraz de un adulto con el que estén vinculados. El juicio lo aportará el acompañamiento condicionado por parte del adulto. 

Que las circunstancias de su realidad sean idílicas o infernales puede ser en cierta medida una suerte o trágico, mas que no nombremos esas realidades tal como son es devastador. Produce una brecha entre la realidad y la percepción del niño por un lado, y el constructo mental (pensamientos, emociones) `que provienen del adulto que acompaña por otro y al no casar ambas partes ( lo que el niño percibe no cuadra con lo que el adulto le dice que pasa o siente o piensa) algo se descompone en su percepción global: no van en línea sensaciones, emociones, pensamientos y comportamientos, “algo no casa”… y se crea confusión. En esta batalla tiene las de ganar la visión del adulto y será la que probablemente se imponga sobre la percepción del niño. Y esta confusión que origina  la situación deviene en los niños cuando crecen en falta de orientación mental, emocional, sensorial, y otras cuestiones.
Estamos tan acostumbrados a vivir con ello que apenas reconocemos que puedan existir otras posibilidades de realización.


Si un niño en este tiempo de mente absorbente escucha de su mamá que “está bien” cuando él percibe que está llorando, su cuerpo tiembla y su rostro está abatido e incluso ( estoy convencida de esto, pues lo compruebo con mis hijos pequeños una y otra vez) es capaz de sintonizar con los pensamientos de dolor y/o de sufrimiento de la madre, algo sucede que no casa. No encaja. El mundo tal como lo percibe el niño no corresponde al mundo tal como lo nombra mamá y mamá es  tan importante y el niño tan dependiente que prevalecerá el nombre que mamá le dé y el niño se desconectará de su sensación o percepción personal, es decir, dejará de confiar en sí mismo. En pocas palabras, dejamos de fiarnos de nosotros mismos para pasar a fiarnos de otros. Nos quedamos solos. Sin lo esencial. Nos quedamos sin acompañamiento ni anclaje. A merced de los vientos.

Y si un niño siente enfado con otro y su mamá se lo ningunea, sin atender y licitar,  y decide centrar la atención no en la vivencia emocional del niño sino en  la situación, en lo que el otro niño siente, piensa, debería ser… entonces el niño aprenderá a no escucharse y tergiversarse cuando sienta enfado, de tal manera que no podrá atender a sus propios límites personales porque desconocerá su ubicación: carecerá de esa estructura básica.

Y si un niño recibe violencia de su madre, que lo agarra fuerte para sacarlo de una situación incómoda para ella, por ejemplo,  y le nombra esta verdad camuflándola en su ser contrario: “la bondad de esta madre que ayuda a su hijo” en lugar de nombrar su incapacidad para acompañarlo y el resorte automático que se genera, entonces este niño pensará que la violencia es algo bondadoso y la ejercerá por el bien de su hermano, sus amigos, sus hijos en un futuro y buscará a quien se relacione desde ahí.

Y si cuando un niño está feliz de haber hecho algún descubrimiento y se lo comparte a mamá, la mamá le llama a esa felicidad y alegría "jaleo, ruído, molestia" entonces aprenderá que cuando siente alegría ese nombre es molestia y poco a poco irá asociando la molestia con la alegría y no la podrá disfrutar. Qué loco todo esto y qué real.

  • ¿Y qué pasaría si dijésemos la verdad? O al menos tanta verdad como seamos capaces de observar y reconocer…
  • ¿Qué se pondría en juego en mí como adulto/a?
  • ¿Qué se pondría en cuestión en mí como adulto/a?
Tal vez se pondría en juego mi imagen, mi dificultad para admitir mis equívocos,  y en cuestión mi  capacidad de maternar amorosamente, mi miedo a sentir, quedaría al desnudo mi vulnerabilidad y humanidad, mi dificultad para vincularme a mi peque o separarme de él… bueno, esto es así, es un secreto a voces en nuestra generación y las anteriores, basta dar un paseo por la calle o un parque y podríamos hablar de hermosos ejemplos de encuentro entre padres e hijos y de devastadores momentos de relación entre estos mismos padres e hijos.

Nombrar el daño, nombrar el amor, nombrar lo que siento, nombrar lo que hago, ayuda a integrarlo. Los niños pueden integrar experiencias duras, de guerra, pérdidas de seres queridos, etc., si son bien acompañados, si se les nombra la realidad con palabras simples y se acogen los sentimientos que de ella devengan. Y esta experiencia difícil les enriquecerá y los humanizará, los hará más comprensivos en el futuro del corazón humano. Mas ante experiencias mucho más sencillas manipuladas y falseadas, el niño se perderá y puede hacerse un mundo y desarrollar verdaderos problemas anulando espectros de sentimientos ( enfado, tristeza, rabia, etc.) o tergiversando las realidades que le fueron dadas en falso por su mamá o su papá o cualquier otra figura de cuidado primaria.

Me viene a la mente Rebeca. Rebeca Wild, que era guía Montessori, adoraba los materiales sensoriales que se emplean en los ambientes para niños y niñas de entre 3 a 6 años. Unos cuantos de ellos corresponden a pares que se deben emparejar desde los diferentes sentidos: olfato, gusto, vista, tacto, oído. Ella los contemplaba sagradamente y , como si fuera la primera vez que jugase, los hacía cuadrar, “ casaban o no casaban” unos con otros: “ este casa con este”,  “este no casa”. Y este es una de nuestros primeros aprendizajes: la percepción sensorial de la realidad y encontrar los iguales. Lo que sí va, lo que no va. En el futuro se convertirá en un concepto sólido si tenemos estos perceptos  bien asentados y entonces podremos decidir lo que del mundo casa entre sí o casa con nosotros para decisiones más determinantes que juntar un par de olores o sabores.

¿Pero cómo vamos a saber lo que casa con nosotros si nuestra brújula interna está falseada?
¿Cómo vamos a saber qué sí o qué no si solo podemos sentir parte del espectro emocional y adquirimos confusión sobre nuestras percepciones porque han sido negadas o no escuchadas o directamente confrontadas?

Así que si la base está  desajustada, aprenderemos a renunciar a lo nuestro y no podremos saber qué casa con nosotros, y puede ser que tomemos muchas decisiones incluso en nuestra contra o, al menos, sin que nos sean nutritivas.

Otro de los  sabios planteamientos de Rebeca Wild  era “ digo lo que hago” y “ hago lo que digo” y me ahorro muchas otras palabras innecesarias. Al trabajar con los materiales  manipulativos de cálculo esta tarea de “ decir lo que haces y hacer lo que dices” que parece tan simple, nos abre al darnos cuenta de la brecha entre nuestra palabra y nuestra acción. Poco a poco, al trabajar desde aquí se producen cambios, porque empieza a ajustarse palabra y acción y a transformar nuestras vidas. Y sé de casos de fuertes crisis de parejas y reajustes a posteriori positivos, porque a pocos alguien en la casa empezó a decir lo que hacía y no a callarlo, o a hacer lo que decía y no a dejarlo pasar, tras su trabajo en materiales.

Si le cuento al niño lo contrario de lo que hago, pues lógicamente el niño estará confuso, pero dada su necesidad de amparo y amor, preferirá desintegrar la realidad a considerarme poco fiable, pues soy su sostén. Si el sostén es poco fiable, ¿qué va a ser de él? Está en juego su supervivencia y eso es más grave que ninguna otra cosa para un niño/a.

Así que creerán las mentiras como si fueran verdades por no cuestionar la figura materna.

Y cuando de mayores, de repente, alguien nos dice una verdad no nombrada, se suele producir un estado de choque, de confusión, que suele quedar en el silencio, hasta que se va ajustando e iluminando esto nuevo de mí que no veía. Ese mismo estado de confusión por el que transitábamos de pequeños cuando la asociación entre lo que decía mi madre y lo que yo percibía no cuadraba, esa misma confusión que se va deshaciendo cuando nosotros o personas que nos acompañan le ponemos palabras a la realidad que fue o es, y tras pasar por un momento de asombro, hacemos “click” y podemos entender mejor.

Los hijos son una oportunidad fascinante para que esto se dé en nosotros, esos “cliks”, y también para que tomemos conciencia como padres y cuidemos de validarlos, escucharlos, confirmar su percepción, sus emociones y su mirada al mundo y se lo puedan llevar como un tesoro de conexión consigo mismos a la adultez. El tesoro que traen por vivir. No robarles el tesoro de ser y estar con ellos mismos. Un proceso de madres-hijos o padres-hijos, en que ambos polos salen ganando.

Pues qué descanso poder nombrar lo que se es, lo que se siente, lo que se observa, lo que se hace, sin más. Licitándolo y confiando en que tenemos las herramientas vitales niños y adultos para integrar la realidad, lo que sí no podemos con salud es andar a cuestas con falacias locas  sin consecuencias trágicas para  los niños, los papás y mamás, la sociedad…

Algunos casos en los que solemos mentir a los niños:
  • ·         Cuando hablan de sentimientos que nos cuesta sostener: de enfado, tristeza, rabia…
  • ·         Cuando sucede algún acontecimiento trágico: accidentes, muertes, enfermedades…
  • ·         Cuando somos violentos o crueles con ellos: gritos, amenazas, castigos, invalidación, desprecios, etc…
  • ·         Cuando no queremos que lo que hacemos o decidimos provoque reacciones emocionales en los niños: nos vamos de casa, nos vamos de viaje, decirles que no a algo que desean y ahora no está pudiendo ser, etc…


Vamos a ponernos en claro, porque si  aclaramos quienes somos  podremos transitarnos para llegar a esa otra parte también nuestra de confianza, paz, serenidad, alegría y amor. Teóricamente, no funciona. Es en el acompañamiento de cada día.

Si te ha gustado y te ha servido, por favor comparte y haz que llegue a cuantos más padres y madres y educadores mejor. Un abrazo y gracias. 

Mon Gómez

En La Puerta Azul trabajamos en grupos de confianza para creando lazos entre nosotros poder abrirnos y ayudarnos en esta tarea de acompañar desde el respeto y acompañamos juntos a nuestros peques desde este enfoque para que con la energía del grupo y nuestras tomas de conciencia se vaya aposentando en nosotros esta nueva energía a la hora de estar y crecer con nuestros/as hijos/as.
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