sábado, 12 de agosto de 2017

"EN MI COLE NO PONEN NOTAS" por Mon Gómez



- “En mi cole no ponen notas”- le dice a una compi del barrio.

- ¿Y eso cómo es?- le contesta la otra niña.

- “En mi cole trabajamos la gestión de emociones y la autoconfianza” – le responde la del cole alternativo.

Y la madre le demuestra con su gesto y su afirmación lo orgullosa que está de que ella diga estas cosas.

Que ella diga estas cosas implica que tiene seguridad en sí misma y sabe de qué habla. Así que se valora con buena nota en casa. Y aunque no tiene boletín, la niña lo sabe sin ninguna duda, desde el pelo a la médula. Tiene cinco años.

Cuando van hacia el coche- vienen de una excursión en el campo- que se limpie las botas de barro para que no ensucie ni un milímetro el impecable interior es importante, crucial… digamos que se gana una buena nota con ello; si no es así, suspende en casa (puede ser que se diga con un gesto de desaprobación, una descalificación “ a ver que vas a ponerlo todo perdido” en tono despectivo… o “tienes que ser limpia, hija”  con cierta agresividad contenida o simple firmeza)  Así que en casa me ponen buena nota si soy muy limpia.
También si mi vocabulario es preciso y denota mi saber de metodología de coles alternativos.
En el cole no me ponen notas, pero en casa sí.

Cuando empiezan las escuelas libres, en aquel momento había una palabra que genera reflexión en las familias que enfocan el camino de  la libertad de ser de su hijo/a: “condicionante”.



¿Qué es un condicionante? Puede ser un gesto, palabra, juicio o expectativa, que contenga cómo debe ser mi hijo y lo condicione para ser de una manera que genuinamente no le viene. Educar, digamos, tal como está planteado en nuestra sociedad, en un sentido general,  es condicionar: domesticar. De alguna manera está “ mal visto” no condicionar, puesto que el permiso de ser no es acogido socialmente con prestancia. La presencia y el permiso que genuinamente proporciona el desarrollo humano real, en ciertos círculos está visto como no ejercer de “padres”. Sería interesante revisar qué significa ser "buenos padres” socialmente: ¿Gestionar la adaptación de nuestros hijos a esta sociedad con cierta dosis de enfermedad?

Nuestro foco, hereditariamente, anda en cómo debe ser en ocasiones el niño/a y, entonces,  dejamos de valorar lo que ya es, es decir, no es suficiente como ya es, o perdemos de vista que soy yo, papá o mama, los que dirigimos a los hijos hacia un  objetivo, que es nuestro y no del programa interno del ser que se está desarrollando. Es decir, dejo de amarlo en el sentido de aceptar quién es hoy, ahora, aquí para enfocar un futuro que, probablemente, esté basado en el miedo: los que mis padres me han inoculado en su momento, los que la sociedad me indica, los míos propios de ser “ buen padre”…

Pero qué difícil, ¿no? Digo yo. Porque si examinamos nuestra manera de pensar durante unos minutos observaremos la cantidad de evaluaciones que hacemos sobre el entorno, nosotros mismos, los otros… y ¿cómo frenar todo esto?¿Cómo crear un silencio interior respetuoso que nos permita observar con menor juicio o idealmente sin juicio, o enjuiciar sin apegarnos a ello? Pues yo creo que no hay respuesta receta, que la respuesta es un proceso, un entrenamiento en la observación y el darse cuenta y un trabajo emocional, corporal, comportamental y racional profundo que nos imbrique de nuevo en el aceptar  sin juzgar, en el dejar ser y ser, con amor y respeto. Eso, y la clara decisión de que por aquí es: dieta de juicios, al estilo de cuando dejas el azúcar o el tabaco.

Cuando sea mayor esta  niña puede ser que diga “En mi cole no me ponían notas y me di cuenta de que me ponían nota en casa y lo llevé con más libertad porque en mi cole me enseñaron que poner notas no vale mucho”. Aunque qué bueno sería que en casa tampoco me las hubieran puesto…

O tal vez su compi de conversación llegue a pensar:  “ En mi cole me ponían notas  y en mi casa me acompañaban desde la aceptación, el amor y el respeto. Y esto me ayudó tanto a colocar en su lugar las notas, que lo he llevado mejor ”. Pero ojalá que en mi cole no me hubieran puesto notas…

Porque si pensamos en qué ha determinado quiénes somos en la vida, veremos que en gran medida estamos condicionadas por la educación que hemos recibido, sobre todo, de nuestro papá y nuestra mamá.

Y, tal vez, sería buena hora de romper esta cadena de evaluación continua, haciendo que permanezca lo que nos nutrió, y cortando amarras con aquello   que no nos ayudó a ser en plenitud. Ahora, dar lo que no nos han dado duele, no sabemos de dónde sacarlo porque:
  •          nuestro comportamiento tiende a repetir los patrones conocidos y, en ocasiones, nos perdemos cuando el terreno es virgen, no transitado;
  •          seguimos sintiendo el vacío de lo que no fue en la infancia y lo reclamamos desde nuestro niño interno que aún vive en nosotros, así que en ocasiones nos relacionamos con nuestros hijos/as, siendo un niño o niña y no un adulto. Y cuando nos piden lo que nosotros seguimos pidiendo, nos podemos irritar o necesitar salir de la situación por una cuestión de supervivencia, ficticia, mas así lo percibimos.
 Y ser acompañados en este proceso es una necesidad humana, y hacerlo en grupo  y desde el apoyo mutuo  un verdadero placer y pienso que una de las claves de este proceso.


Y en La Puerta Azul trabajamos en ello. Porque que estés nos ayuda a crecer y creces estando, así que juntas las familias en este proceso nos ayudamos.


Mon Gómez

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