Ampliar el asombro por Mon Gómez
Rosa veía la cubeta de agua con
jabón y los dos palos con cuerdas que habíamos dejado sobre la mesa de
exterior. Miró a su papá y le digo “ pompas de jabón” y se puso a experimentar
cómo coger los palos y colocar el líquido, cómo hacer que el aire soplase
dentro de aquel líquido para que se crease la pompa.
Rosa estaba concentrada,
ensimismada, y era una con aquellos objetos en la experiencia de probar y
probar nuevas posibilidades.
Su papá la miraba sin intervenir con
sus manos en la actividad autónoma de la niña. De vez en cuando su papá le decía “ Uy, casi…” con un tono entusiasta o
“ Qué bien, qué grande…”con gran alegría y asombro, cuando conseguía hacer
una pompa de buen tamaño. Más que una ratificación de la emoción del niño era
una expresión propia de su asombro de padre ante lo que sucedía. El resto del
tiempo lo acompañaba desde la mirada.
“Casi” es un adverbio que indica “lo
que no se da, ocurre o existe completamente en la acción, estado, cualidad,
grado, etc., expresada por la palabra a la cual acompaña, aunque falte muy poco
para ello”.
“Casi” es que no has llegado aún a algún lugar al que deberías haber
llegado según algún juicio propio o externo. Dicho desde el entusiasmo varía la cualidad emocional con respecto a
decirlo desde la decepción y sigue indicando que está en foco el objetivo y no
el proceso. Mientras “eso que casi está pasando
y no pasa” nos ocupa, es decir, lo que no es, nos perdemos de lo que sí pasa, del aquí y ahora, “eso a lo
que sí constantemente está llegando la niña” y está experimentando lúdicamente.
Ampliar nuestra capacidad de asombro pudiendo entrar en el asombro del
proceso, en lo fascinante y maravilloso del juego como modo de vida, como
expresión de la relación del niño con lo que lo rodea y como integración del
aprendizaje es un placer y nos ancla al presente. Probar y probar nuevos
caminos, permitir que el niño
investigador esté validado: ampliar
nuestro asombro asombrados por cómo se mueven las cuerdas al viento o las múltiples posibilidades de
cruzarse que tienen, ampliar nuestro asombro por la sorpresa de un conato de
pompa de jabón.
El tiempo, como los adultos lo entendemos, no está asumido
en los niños hasta edades avanzadas, unos 10-11 años; necesitamos de
pensamiento formal para llegar a aprenderlo, es una categoría abstracta. A los
tres o cuatro años apenas distinguen “ ayer” (que es todo lo que ya pasó) de hoy (que
es lo que ahora está pasando) o “ después” ( lo que sucederá de aquí en
adelante) de un modo general. Su idea del tiempo, en estos momentos, es
holística, porque su percepción de la vida no es temporal así que los conceptos
de “eficacia” que tiene que ver con llegar a un resultado en un tiempo
determinado, son ajenos a los niños, pertenecen a un mundo adulto que no les
compete y viola su sentido del juego.
Para
que el niño crezca en libertad, el adulto debe ir siendo libre de ciertas
ataduras:
- pensamientos que lo hacen viajar en el tiempo y lo llevan del momento a cuestiones pasadas o futuras,
- expectativas sobre lo que debe pasar en lugar de observar y valorar lo que pasa en sí,
- condicionamientos a los niños en los que se pondera algo sobre otra cosa…
Todo ello resta espacio de
libertad.
Démonos la posibilidad- como adultos acompañantes- de:
- dejar de controlar,
- dejar de evaluar,
- poder estar relajados sin hacer tanto: tanta ayuda, tanto pensamiento, tanto juicio, tanto que queremos cambiar fuera.
Y démonos la posibilidad como adultos acompañantes de
amar lo que deviene en ese momento del niño, aceptarlo y mirarlo con el asombro que se merece sea lo que
sea lo que suceda, porque esa mirada y aceptación es su nutrición relacional, la base de los apegos seguros forjados por ese verdadero ambiente
preparado psíquico, que somos las personas que rodeamos a los peques.
El acompañamiento respetuoso a los niños atiende a amar lo que sucede desde nuestro hijo sin pretensión de que
varíe, aceptando, no viendo un problema en lo que no está siendo (no hay pompa
o la pompa no es grande, es pequeña) sino
viendo con amor y asombro lo que sí está siendo ( se rozan las cuerdas en
un nuevo movimiento con el aire, la pompa brilla al sol, se mueven sus colores,
¡es una pompa!).
Y para que el niño crezca en libertad, dejándose ser quien ha venido a
ser, el adulto también debe aprender a ponerse límites. Aceptarlos sin
justificarse. Asumirlos como parte
del proceso si su decisión es que haya aprendizaje autónomo en su hijo/a.
Porque si el adulto interviene cuando no es necesario, si me adelanto, o enjuicio con mi palabra, le resto
exploración al niño y lo manejo.
Y la mala noticia es que dependiendo de nuestro nivel de apertura, esto duele verlo, y duele reconocerlo.
Para los adultos ponernos límites al
egocentrismo de ser, enseñar, ir por delante del niño, cuando no está satisfecha esta necesidad en
nuestra infancia, nos es difícil y nos duele y algunos
adultos pueden pelearse con ello
o enfadarse con las personas que se lo
indican cuando vienen a los espacios a que así sea, de la misma manera en que los niños lo hacen cuando se les informa de un límite coherente con la vida .
Las escuelas alternativas ( donde caben opciones bien diversas entre sí tanto por grado de directividad, como de presencia y atención y calidad de ambientes), al igual que las tradicionales, están "in loco parentis" y así es legalmente. Esta expresión significa " en lugar de los padres". Ahora si la escuela y los padres no van en sintonía, si en casa no hay presencia porque hay mucho que hacer o los conflictos se resuelven sin validar y de manera normativa, si se suple el acompañamiento sin juicio por llevar a nuestros hijos a un espacio durante cinco horas diarias para que lo hagan por nosotros, yo me plantearía qué pasa aquí con la coherencia. Porque el modelo para el niño será, sin duda, su padre o madre.
Eso no es ningún otro paradigma de vida, ningún cambio real.
El acompañamiento a los hijos/as de un papá o mamá , sin expectativas y con vinculo amoroso, no lo sustituye nada. Es vital para que los niños crezcan con amor y libertad en su interior. Y les proporciona la atención que necesitan para autodirigir sus propios aprendizajes.
Las escuelas alternativas ( donde caben opciones bien diversas entre sí tanto por grado de directividad, como de presencia y atención y calidad de ambientes), al igual que las tradicionales, están "in loco parentis" y así es legalmente. Esta expresión significa " en lugar de los padres". Ahora si la escuela y los padres no van en sintonía, si en casa no hay presencia porque hay mucho que hacer o los conflictos se resuelven sin validar y de manera normativa, si se suple el acompañamiento sin juicio por llevar a nuestros hijos a un espacio durante cinco horas diarias para que lo hagan por nosotros, yo me plantearía qué pasa aquí con la coherencia. Porque el modelo para el niño será, sin duda, su padre o madre.
Eso no es ningún otro paradigma de vida, ningún cambio real.
El acompañamiento a los hijos/as de un papá o mamá , sin expectativas y con vinculo amoroso, no lo sustituye nada. Es vital para que los niños crezcan con amor y libertad en su interior. Y les proporciona la atención que necesitan para autodirigir sus propios aprendizajes.
Crecer en familia respetando
procesos de vida es una opción, y si la elegís, el trabajo es asombroso, duro por momentos y ¡tan
gratificante!... porque entráis en otro lugar, en otras relaciones, en otro estar, que es un nuevo mundo para
vosotros y puede ser, sumando de aquí y
de allá, el estertor de una nueva
sociedad: más real, más libre, con los límites más nítidos, dando forma a
la libertad de ser y vivir.
Esta respuesta a la vida de cruzar el puente y habitar otro lugar de
relación implica de mí, como adulto,
lealtad al amor y respeto que elijo como modo de vida, lealtad al proceso y a mis prioridades,
compromiso con el camino de acompañar sin dirigir a mis hijos y compromiso de autenticidad en mi proceso familiar y
grupal, confrontando, validando y valorando.
¿Merece la pena? ¿Merece la alegría? A mí, sí.
Cada año me lo cuestiono, me desmorono, me replanteo este compromiso y
cuidado, y cuando vuelvo de ese viaje ,
cada año, me respondo con más claridad y firmeza, con más tranquilidad y
seguridad: Confío.
Cuando conecto con el acompañamiento amoroso a mis hijos, agradezco a mis
maestros y a mis compañeros poder saber que ciega estoy y alguna que otra ventanita abierta, y dar la oportunidad a
la vida de que se dé con mayor autenticidad en Rodrigo y Carmen. Fascinada por la naturaleza humana y sus posibilidades.
Y cuando me encuentro con adultos que inician este camino y van por él desde
sus dudas, tras mis dificultades a veces de bregar con ello, aparece algo
nuevo, y ese algo es mi vulnerabilidad y la posibilidad de acompañarla, y tras esto una especie de tranquilidad que me producen ciertas sencillas certezas y la lealtad a este camino de la
libertad, de que por aquí es.
Muy agradecida a mis hijos y a Juanjo por ser piña, a los compañeros y
compañeras de camino en La Puerta Azul por compartir y a mis padres por abrirme a la
posibilidad de la tenacidad.
Mon Gómez
Formación en Educación Respetuosa y para la Libertad ( abierto plazo de inscripción)
Acompañamiento a los hijos/as en ambiente preparado y relajado
Consultas individuales sobre crianza y desarrollo humano respetado, aprendizaje autónomo y maternidad consciente.
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